Este nutriente, presente en alimentos como las legumbres, las verduras de hoja verde, el plátano y los cereales integrales, es importante para mantener fuertes los huesos, músculos y nervios, estabilizar el ritmo cardíaco, producir energía y apoyar al sistema inmunológico del niño. La leche materna y los preparados lácteos incluyen la proporción adecuada, pero una vez que tu hijo ha empezado con la alimentación complementaria, ¡vigila sus ingestas!
Aunque se preste especial atención a las necesidades de magnesio de los adultos, lo cierto es que los pediatras están intentando concienciar a las mamás para que se den cuenta de que la ingesta de este mineral –asociado a unos huesos fuertes– también es esencial en la niñez.
Hasta los 6 meses tu hijo necesita unos 30 miligramos diarios de magnesios; de los 7 a los 12 meses, 75 mg y de ahí a los 3 años, una media de 80 mg. Para que te hagas a la idea, una crema de espinacas puede contener 30 mg, y un bol de cereales integrales unos 40 mg. ¿Piensas que tu hijo cumple con sus necesidades diarias? Pues es importante averiguarlo porque los niños que tienen un consumo bajo de magnesio pueden llegar a presentar debilidad muscular, somnolencia, fatiga, excitabilidad, espasmos y calambres musculares, así como pérdida de apetito y estreñimiento.
La dificultad a la hora solventar esta situación es que al tratarse de niños las necesidades de magnesio deben solventarse con la alimentación, evitando los complementos alimenticios y suplementos como hacemos los adultos. Así legumbres, frutos secos, semillas, cereales integrales, hortalizas de hojas verdes y productos lácteos son los que más proporción de este mineral contienen. ¡Que no se los salte! Y presta especial atención a sus niveles si tu hijo es celíaco o diabético, tiene más posibilidades de sufrir un déficit de este mineral.
Etapa vital
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