Casi todos los niños, y algunos adultos, mienten en algún momento de su vida pero no es necesario darle mayor importancia a no ser que empiece a ser un comportamiento habitual pasados los cinco años.
Los especialistas consideran que entre los 5 y los 6 años empieza la etapa de las mentiras infantiles. Antes de esta edad también pueden inventarse algo u ocultar cierta información pero más que una mentira como tal, suele ser una mezcla entre realidad y ficción, ya que aún no tienen suficiente capacidad para diferenciar entre estos dos ámbitos.
Antes de catalogar a los pequeños como mentirosos habituales es importante tener en cuenta su edad y las posibles causas que les llevan a hacerlo.
- Antes de los 3 años: las mentiras forman parte de la imaginación y los niños no entienden la diferencia entre su fantasía y la realidad. No son mentiras hechas con el propósito de engañar, ellos piensan que están expresando algo totalmente verídico.
- Entre los 3 y los 5 años: las mentiras en esta etapa no son graves pues los las emplean sin ser conscientes de lo que implica no decir la verdad. En esta etapa aún no diferencian bien entre realidad y ficción y muchos de los embustes forman parte del juego. No es necesario preocuparse ni darle demasiada importancia a no ser que sea algo muy habitual que utilicen para conseguir lo que quieren.Suelen emplearlas para llamar la atención, para explicar ciertas situaciones de las que no saben la respuesta o para evitarse algún castigo. También pueden recurrir a la mentira para no defraudar en caso de que los padres tengan un alto nivel de exigencia, por frustración o por imitación.
- Pasados los 5 o 6 años: la mentira empieza a ser concebida como tal por los pequeños. A partir de esta edad ya la usan de forma consciente aunque hasta los 7 u 8 años no habrán comprendido que mentir no es la opción correcta, es decir, no se dan cuenta de la dimensión moral que conlleva. Las mentiras hechas a propósito pueden obedecer a múltiples causas: llamar la atención, ocultar que han hecho algo mal, conseguir sus propósitos, inventarse algo por falta de autoestima o por frustración, para no defraudar a padres o profesores, evitar vergüenza, etc.
¿Cuándo y cómo actuar?
No hay que preocuparse si alguna vez sueltan alguna mentira, con explicarles que no hay que hacer eso o con un pequeño castigo, intentarán no volver a repetirlo. Si la cuestión se convierte en un hecho habitual habrá que atajar el problema cuanto antes, inculcando unos valores de honestidad, sinceridad y autenticidad.
¿Cómo podemos actuar?
Es importante corregir el comportamiento de los niños que mienten de forma habitual para que no se convierta en una patología.
Lo primero es averiguar por qué mienten y en qué circunstancias.
Hay que hacerles comprender no solo lo malo que es mentir sino cómo puede afectar su engaño en el entorno y a los demás. Necesitan comprender por qué es negativo para no volver a repetirlo.
Es importante crear un clima de confianza donde los pequeños puedan expresar sus preocupaciones y frustraciones, sin miedo a la verdad.
Los castigos deben ser proporcionales a la falta que han cometido. Si castigamos a los niños de manera excesiva volverán a mentir para escaparse de esa situación.
Ante una mentira no hay que reaccionar de forma exagerada, seguramente explicándoles lo que conlleva de manera acorde a su edad, intentarán no hacerlo.
No es necesario que castiguemos a los pequeños con cada embuste. Si obedece a una frustración, falta de autoestima o vergüenza será mejor que fomentemos el diálogo para que no tengan que recurrir a los engaños para sentirse mejor.
Siempre hay que predicar con el ejemplo, de nada servirá que les regañemos si ven como en casa las mentiras son un recurso habitual.
Felicitarles cuando digan la verdad aun a riesgo de ser castigados. Solo si comprenden lo positivo que es decir la verdad, lo harán. Esto no implica que salgan airosos cada vez que se comporten mal pero que hay que reconocer el hecho de que hayan sido sinceros.
Etapa vital
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