¿Cómo cambia el cerebro de la madre en el embarazo?

  • 4 de Abril del 2017
  • 2 min de lectura

Durante el embarazo son muchos los cambios que se producen en el organismo de la mamá: aumenta el volumen de sangre, los niveles de algunas hormonas, los órganos internos se desplazan para dejar lugar al útero en crecimiento… Ahora, un estudio reciente demuestra que el cerebro también se ve alterado durante estos meses.

El estudio, publicado en la revista científica Nature Neuroscience, determina que el embarazo cambia sustancialmente el cerebro de la madre, afectando a la estructura y el volumen de ciertas áreas cerebrales.

Durante años se investigaron los cerebros de 25 mujeres antes, durante y después del embarazo, comparándolos con los de 20 mujeres no embarazadas a través de diversas resonancias magnéticas.

Estas pruebas permitieron observar cómo la morfología del cerebro de las embarazadas se modifica en estos meses y que alguno de estos cambios perdura al menos 2 años después de la gestación.

Uno de los cambios que más les llamó la atención, y en el que más se ha centrado el estudio, es la reducción de la materia gris del cerebro en aquellas regiones del mismo implicadas en las relaciones sociales. Esto podría deberse, según los investigadores, a que el cerebro se especializa para afrontar los retos de la maternidad, como anticiparse y entender las necesidades de su bebé, lo que redundaría en la disminución de la materia gris en aquellas áreas dedicadas a las interacciones sociales con otras personas (que, por otra parte, se ven reducidas obligatoriamente al tener que cuidar del recién nacido). En resumen, el cerebro se adapta para su nuevo “trabajo”.

Descubierta esta reducción de materia gris, los investigadores decidieron ver cómo afectaba a la madre este cambio. Sus conclusiones fueron que ni la memoria ni otras funciones intelectuales importantes se ven disminuidas, por lo que parece que este cambio es simplemente una reestructuración cerebral conocida como “poda sináptica” que ayuda a ser mejor madre al poder conocer los deseos de su bebé y que perdura, al menos, en los 2 años posteriores al nacimiento. El artículo concluye con la necesidad de seguir haciendo más estudios para ver si en algún momento involuciona este cambio.

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