Gracias a su alto contenido en vitamina C, las frutas cítricas intervienen en la formación de colágeno, huesos y dientes, también en la de los glóbulos rojos, favorecen la absorción del hierro de los alimentos y aumentan las defensas ante las infecciones. ¿Necesitas más razones para empezar a dárselas a tu peque?
A partir de los 12 meses –hay casos en los que incluso se introducen antes– tu hijo ya está preparado para disfrutar de los cítricos. Estas frutas son especialmente beneficiosas en invierno y durante los cambios de estación, cuando los peques son más propensos a sufrir infecciones. De hecho, muchos pediatras recomiendan que, de las dos piezas de fruta que el niño ha de tomar a partir del año, una sea un cítrico. Y es que, sus ventajas son innegables: la naranja, además de sus propiedades antioxidantes propias, favorece la absorción de otras vitaminas. La mandarina es rica en potasio y calcio; e incluso el pomelo rojo de la variedad Sweety, que no es nada ácido, será una fuente imprescindible de licopeno para los niños.
A la hora de comprar este tipo de frutas, decántate por las más dulces, y no solo por el sabor sino porque son las más fáciles de digerir por los niños. Puedes darle los cítricos en zumo –sin azúcar– pero, ojo, en vasito o con cuchara, nunca en biberón para evitar la famosa caries del biberón. Y, aunque en general son beneficiosas para la mayoría de los niños, has de tener en cuenta que también son potencialmente alergénicas. Si notas que el niño tiene ardor, reflujo, cólicos, gases o heces ácidas después de tomarlas, consulta con el pediatra.
Etapa vital
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