“Este niño es muy vago”, “Juan es más irresponsable que su hermano”, “Eres muy malo”… etiquetar a un niño es condicionarle y predisponerle a ser de esa manera, sin permitir que desarrolle una personalidad completa o que cambie y mejore su forma de ser.
Si un niño oye desde pequeño cualquier calificación referida hacia sí mismo, la asumirá como propia y pensará que, realmente, él es así y solo así. Creerá que eso es lo que le ha tocado ser en la vida: “vago”, “ruidoso”, “trasto”, “travieso”… y que debe actuar de esa manera para cumplir con lo que los adultos esperan de él, sin entender que es justamente lo contrario lo que buscan sus padres, profesores u otras figuras de autoridad al calificarle de esa forma.
Asimismo, las etiquetas minan la autoestima y la seguridad e impiden el cambio y la mejora de una persona, algo aún más grave si hablamos de niños que están formando y desarrollando su personalidad. Por todo ello, es importante evitar las etiquetas y no hablar siempre del niño de determinada manera.
Consejos para evitar las etiquetas
- Cuando haga algo mal o se comporte de manera traviesa, no le digas “Eres malo” o “Eres muy travieso”, recalca qué es lo que ha hecho mal. Debes calificar el comportamiento, no al niño.
- Explícale cómo debe comportarse de manera correcta, muchas veces los niños actúan mal porque no saben hacerlo de otro modo.
- Usa siempre un lenguaje apropiado a su edad y frases concretas.
- No le compares con sus hermanos o compañeros de clase.
- Si ves que intenta mejorar y cambiar, alábale y reconóceselo.
- Nunca hablas de él con otras personas y él delante, a no ser que sea para decir algo bueno.
Fuente: Silvia Álava (2015), Queremos que crezcan felices, Madrid, Ed. Actitud de Comunicación.
Etapa vital
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