Si bien es cierto que es muy importante que nuestros hijos saquen buenas notas y estudien para formarse y poder tener un mejor futuro laboral, tampoco debemos obsesionarnos con que sean los mejores y saquen siempre un 10.
Todos los padres quieren que sus hijos sean los mejores en todo y destaquen sobre los demás. Ya desde pequeños, les obligamos a competir al comparar a unos y otros sobre sus hitos de desarrollo, quién anda antes, quién habla antes… sin darnos cuenta de que cada niño es un mundo y de que lo importante es lograr el mejor desarrollo posible para nuestros hijos, no ver si es mejor que el niño del vecino.
Esta competitividad puede continuar en el colegio, cuando buscamos que nuestros hijos saquen las mejores notas y sean los primeros de la clase. Pero esta actitud tan competitiva y exigente no es buena para el niño ya que le somete a una presión y un estrés exagerado, que puede acabar causando en el niño problemas de ansiedad, baja autoestima, fracaso escolar, etc.
Por eso, no debemos obsesionarnos con las notas ni exigir a nuestros hijos que saquen siempre un 10 en todos los exámenes. Lo que debemos buscar es que el niño aprenda y estudie para formarse y así desarrollar al máximo sus capacidades y habilidades, buscando aquello que más le gusta e interesa para poder orientar su futuro laboral.
Las notas son importantes, claro, ya que reflejan si el niño ha estudiado más o menos y cómo va en una asignatura, pero debemos mostrar el mismo orgullo cuando nuestro hijo saca un 8 que cuando saca un 10. Incluso debemos mostrar aún más orgullo y felicidad si nuestro hijo saca un 5 en una asignatura que le cuesta mucho y que no lograba aprobar y por fin lo consigue. Lo que importa no es tanto la nota en sí, como el esfuerzo del niño y que aprenda cosas y se forme.
Fuente:
- Álava, Silvia (2015), Queremos que crezcan felices, Madrid, Ed. Actitud de Comunicación.
Etapa vital
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