Son una molestia muy común que puede afectar a todas las edades, desde bebés hasta personas adultas, aunque se asocian más a menudo con el entorno escolar. ¿Qué medidas de prevención puedes adoptar?
La transmisión se da por contacto. Estos insectos no vuelan, por lo que la manera en la que pasan de cabeza a cabeza es por contacto directo entre ellas o indirecto con objetos como peines, toallas, accesorios para la cabeza, ropa de cama, bufandas… Al contrario de lo que a veces se cree, su contagio no tiene nada que ver con la falta de higiene.
Su principal peligro es que reproducen con mucha rapidez y su contagio es más fácil en entornos como guarderías o colegios.
¿Cómo puedes prevenirlos?
Aunque su contagio es arbitrario y puede afectar a cualquier persona, hay ciertas medidas de precaución que puedes llevar a cabo si alguien del entorno cercano de tu hijo está afectado.
Lavar la ropa, especialmente aquella cercana a la cabeza, a unos 50º es una medida preventiva efectiva. La temperatura ayuda a acabar con los piojos o huevos. También puedes hervir sus peines para prevenir lo mismo.
Sigue lavando el pelo de tu hijo con normalidad; lavarlo más a menudo no tiene ningún efecto disuasorio para estos insectos, ya que el agua no les afecta ni la higiene es un factor para evitar su contagio.
En este sentido, es importante incidir en que nunca se deben emplear los tratamientos para estos parásitos (como champús, lociones o colonias) como método preventivo cuando el niño no esté infectado. Estos tratamientos solo se deben utilizar en caso de infección.
Por último, es importante hacer revisiones regulares del cuero cabelludo para poder detectar y tratar el problema cuanto antes en caso de infección. Para asegurarte, puedes usar un peine específico –llamado liendrera- que arrastra y atrapa los piojos y huevos. El picor suele ser un síntoma muy visible, pero lo cierto es que para cuando aparece los piojos ya llevan unas semanas en la cabeza, por lo que es mejor que lo detectes antes.
Etapa vital
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