A la hora de comer, no es solo el sentido del gusto el que manda. El olfato juega un papel muy importante y el aroma de los alimentos puede hacer que un niño rechace un plato determinado. Aprende qué puedes hacer para invitar a tu pequeño a comer de todo.
El olfato y el gusto trabajan en equipo: las papilas gustativas identifican el gusto y el nervio del olfato, los olores. Gracias a la suma de estas informaciones, el cerebro es capaz de reconocer y apreciar los sabores. Por eso, el olfato juega un papel esencial para que un niño perciba como rico o desagradable un alimento.
Desde pequeños, muestran preferencia por los aromas dulces, suaves y naturales, como los de los bollos, la vainilla y las frutas, pues les recuerdan al sabor del líquido amniótico y la leche.
Por eso les gustan tanto las papillas de cereales, como es el caso de nuestras Blevit plus Duplo.
Poco a poco, su gusto se va adaptando a nuevos sabores, pero es probable que al principio rechace los amargos, salados y ácidos.
Cuando ya pueden comer de todo, el olor del pescado y el de algunas verduras suele ser el que menos les seduce. Si esto le ocurre a tu hijo, busca la manera de que le agrade, porque si le obligas a comérselo sin más, desarrollará una repulsión hacia ese alimento. Uno de los trucos que mejor funcionan es elaborar salsas y guarniciones con productos que le den un toque dulce al plato o suavicen su sabor:
• Prueba a preparar una sencilla salsa de calabaza, zanahoria y puerro para acompañar el pescado blanco.
• En el caso de las verduras, una salsa a base de leche o nata y calabacín atenuará los sabores más fuertes.
• Las patatas también son grandes aliadas. Elaboradas al horno con un chorrito de aceite y machacadas, acompañan bien a pescados y carnes, aportando además jugosidad al plato.
Etapa vital
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