Aunque la personalidad de alguien depende de muchos factores, muchos estudios afirman que el orden de nacimiento en una familia sí influye a la hora de presentar una señas de identidad u otras. Así, en términos generales, el primogénito suele ser más serio y responsable; y el pequeño más mimado y rebelde.
El modo de ser de cada uno se va forjando desde el mismo momento de nacer. Además de la personalidad que cada uno presenta, el modo de vida, la educación, la familia o el orden de nacimiento influyen en la singularidad de cada uno.
No se puede afirmar que un niño por el hecho de ser el mayor o el pequeño esté determinado a presentar unas características fijas e invariables, pero sí que es cierto que existen muchos estudios que afirman que el orden de nacimiento condiciona a la hora de presentar ciertas señas de identidad.
Y es que, aunque los padres no quieran hacerlo así, lo cierto es que nunca se educa de la misma forma a todos los hijos. Por lo tanto, las diferencias en la personalidad no tienen tanto que ver con el orden de nacimiento en sí, sino con las circunstancias y la forma de educación que rodean a cada hijo por el hecho de ser el primero, el segundo o el tercero.
El hijo mayor: Suele ser más responsable ya que los padres enseguida se apoyan en él para ayudar a los pequeños, cuidarlos o delegar ciertas tareas en ellos. Además, normalmente son más serios, formales, ordenados e introvertidos. Suelen ser más precoces y solitarios porque al nacer el segundo experimentan una especie de desentronización que les hace enfrentarse solos de repente a actividades que antes realizaban con sus padres.
Aunque es beneficioso para el desarrollo de los niños que se les den ciertas “responsabilidades” desde pequeños, debes tener cuidado con no sobrecargarle por el hecho de ser el mayor. También tiene que tener tiempo para divertirse.
Además, ser el mayor tiene un precio: son los que van abriendo camino a sus hermanos por lo que encontrarán más dificultades a la hora de hacer cosas nuevas y obtener el permiso de sus padres, a la vez que cometerán más errores y estarán sometidos a más presión.
Debes tenerlo en cuenta a la hora de educarle.
El segundo hijo: El mediano suele ser más alegre y diplomático. Sus padres ya tienen más experiencia al educarle y no le sobreprotegen tanto, por lo que será más sociable. También será más competitivo porque intentará superar a su hermano mayor.
El problema del segundo, siempre que sea el mediano y haya más hijos después que él, es que se puede sentir acorralado entre el mayor y el pequeño, sufriendo lo que se conoce como “síndrome del hermano mediano”, que se caracteriza porque siente que nadie le hace caso y que sus padres no le quieren tanto como a sus hermanos. Es importante que le escuches y que le dediques todo el tiempo posible para que no se vuelva retraído y tímido; hazle sentir único y ayúdale a conocer sus virtudes.
El hijo pequeño: A medida que la familia aumenta la rigidez en la educación se suele relajar por lo que el pequeño suele ser el más mimado, algo rebelde y poco previsible. Tienen menos responsabilidades y obligaciones ya que, al ser los pequeños, los padres les suelen sobreproteger dándoles menos tareas. A pesar de estar más mimado, al ser el centro de atención puede sentirse inferior respecto a sus hermanos mayores.
Es importante que tengan las mismas responsabilidades y normas que sus hermanos, para que aprendan a ser responsables y a cumplir con sus obligaciones.
Etapa vital
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